¿Cómo llegué a la Casa Roja?

Como en los cuentos, en la vida puede haber más de una primera vez, y eso me sucedió con mi historia en la Casa Roja. Dos veces fueron, sí, créeme que es palabra de cuentero, la primera fue un azar del camino, un recuerdo extraño de emociones confusas y sabores ajenos, ya les contaré. Pero la segunda vez es la mágica, es la que te enseña que la vida es hermosamente caprichosa y te brinda lo que más necesitas y claro, negarse es no crecer.  

Recibí hace unos días el pedido de Gita de dar un testimonio y me nació contar esta historia, así que aquí va 😁 

Febrero del 2016, iba en mi bicicleta por Av. del Ejercito en Miraflores buscando un local donde dictar taller (parte de mi trabajo) y recibo una llamada en mi sobreviviente Blackberry. Una señora al otro lado de la línea en resumen me dice: “Hola, estoy interesada en tu taller para contar, pero donde lo dictas es lejos, tal vez puedas hacerlo en mi casa donde hay espacio, ven para que veas si se acomoda.” Me da la dirección y pedaleo hacia allá.

Me costó llegar, las calles me eran desconocidas y confusas, un barrio miraflorino residencial y de repente… veo esa sencilla y discreta puerta de garaje que esconde al otro lado un jardín mágico y calmo, que es un oasis de maravillas en una ciudad tan agitada y llena de confusas energías. No puedo negar mi sorpresa, no imaginaba que era allí.

Pregunto por Graciela y me dicen que es la dueña de este lindo hotel. Al rato llega, me da la bienvenida y me habla con una alegría, energía y amabilidad que te hace sentir que te brinda su amistad desde el primer segundo. Sus miradas son tan rápidas como sus ideas y mientras te conversa hace muchas cosas tiernas a la vez: saluda a las personas, atiende a sus cachorros, alimenta a las aves que llegan, riega su jardín y todo sonriendo. Me muestra el espacio y hablamos de fechas, en eso aparece su esposo: Gita (Gino) que es también el chef del "Jardín de la Casa Roja" (proyecto de restaurante vegano). Nuestro saludo nos quedó corto, me cuenta de su arte de cocinar, del proyecto del Jardín y de sus creencias; yo le hablo de mis cuentos, de mis talleres y mis viajes; me habla de su barrio de niñez: El Rimac, sí! donde también pasé parte de mi infancia! Seguimos hablando y va surgiendo una amistad. Me invita un té y seguimos hablando; me cuenta su bella historia de amor con Graciela y yo… me quedo callado… aprendo, aprendo y aprendo.

Hablamos del taller y surge una idea! tal vez cocinar y contar cuentos a la vez. Gita se queda serio y me dice sonriendo: “bueno tal vez pueda tocar la guitarra”. Comienza a hablarme de la cocina Ayurveda, de sus principios, de su importancia y de como eso puede ayudar a las personas. Su hablar es serio, pero amigable y a pesar de verse joven uno siente tener a un profe de años delante. En eso me dice: “en breve dictaré un taller de sopas, inscríbete.” Pensé:  “tal vez para eso llegué al Jardín de la Casa Roja, para aprender.”

Me inscribí al taller, aprendí no solo a cocinar sopas que puedan calentar el cuerpo en épocas de frío, sino también a nutrir el alma y la mente con conocimientos muy antiguos. Aprendí a valorar la importancia de una buena alimentación, y que esta no solo sea deliciosa, sino que además te nutra con lo que necesitas para estar y ser mejor. También conocí personas maravillosas con las que hasta ahora tengo vínculos. Y claro... encontré en Gita además de un amigo, a un gran profe con mucha paciencia y ganas de compartir lo que sabe para que otros lo practiquen. Aprendí mucho más de lo que esperaba.














La amistad con Gita y Graciela siguió creciendo. Con el tiempo llegué a contar allí más de una vez (la primera contada tiene una historia de sueños, luego te cuento!) e incluso me apoyaron con el Festival de Septiembre.

Ahora el Jardín de la Casa Roja está en un proceso especial. Graciela y Gita te reciben siempre con cariño y amor, y el solo verlos me enseña tanto sobre la vida, la pareja, el amor, el trabajo y la coherencia entre lo que dices y haces…

Gracias a ambos por tanto.

Perú | 1.06.2017 César Villegas "Wayqui"

Que frágiles somos!

Que frágiles somos! Hoy pude hacer 3 planchas seguidas y ayer pude volver a usar la bicicleta. Hace un par de meses creo, tuve un pequeño incidente mientras conducía en la bici. Una combi que quería recoger pasajeros en un lugar que no era paradero, me cerró en mi carril intempestivamente, por lo que tuve que frenar con tanto esfuerzo que me lesione el brazo derecho. Han sido semanas de dolor e incomodidad. Pocos saben pero no suelo expresar mucho el dolor físico, incluso algunos doctores me han dicho que tengo un rango amplio para “aguantar el dolor” ojo no es que no me duele, no es que no lo sienta, sino que… sencillamente se que está allí y no lo siento tan grave como a otros les seria, por eso cuando lo expreso es que es realmente es muy alto el dolor, un ejemplo: cuando me dio apendicitis y luego peritonitis, yo llegué al hospital a pie y tranquilo. 
Luego de este incidente con la combi, al inicio no podía ni cargar un libro de cuentos con mi brazo derecho, sentía un dolor y una gran incomodidad. Bueno he aprendido a hacer algunas cosas básicas con el izquierdo, desde usar el cel, lavarme los dientes y claro, cargas libros :D
Hoy creo que ya está mejor, volveré a la bici y al entrenamiento (subí de peso de nuevo) pero eso… que frágiles somos.
Que nos cuidemos en este camino
No nos juzguemos, no nos etiquetemos
Amemos que la vida es breve
Muy breve

Nos vemos en el camino familia!