Entre Narrador oral, cuentero, cuentacuentos y más palabras.

Entre Narrador oral, cuentero, cuentacuentos y más palabras.
Autor: César “El Wayqui” Villegas. (Junio, 2012)

“La civilización consiste en dar a algo un nombre que no le compete, y después soñar sobre el resultado.” 
Fernando Pessoa

Al parecer, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) incluirá, en su próxima edición de su diccionario (DRAE), la palabra “cuentacuentos”.  Desde mi punto de vista, esto es un error, lo que demuestra que nadie es perfecto y la RAE ya en el pasado ha cometido varios errores (ver anexos). Por lo que me pareció oportuno revisar algunas ideas que había escrito hace un tiempo y que ahora me animo a compartir.

Y ¿cómo es mejor nombrarnos?
En los pocos doce años que tengo en este oficio, he conocido siempre el debate sobre cómo denominar a los que realizamos el arte-sano de narrar oralmente historias, las opciones varían: "cuentacuentos", "narrador oral", "cuentista", "cuentero", "palabrero", "contador de historias", etc. 

En lo personal, no me incomoda que me llamen de alguna de estas formas. Creo en la libertad para que cada uno elija y se llame con comodidad pero también con conciencia. Por eso cuando me preguntan y/o doy un curso, señalo que, desde mi punto de vista, mis preferencias están con “narrador oral” y en menor medida “cuentero” y quería compartir por que:

1.      La diversidad de la tradición oral es parte de nuestra identidad cultural.
Si alguien narra un texto de autor, se puede saber o decir que tipo de género eligió (cuento, novela, etc.) pero si alguien narra una texto popular también se tendría que saber los varios tipos de géneros que conforman la tradición oral, es decir no solo se cuentan (o narran) cuentos sino también, diversos tipos de historias y que al usar una expresión como por ejemplo cuentacuentos, se ignora o invisibliza todo lo que implica la riqueza que posee la tradición oral de muchos pueblos. Por ejemplo, el Perú es un país generoso en diversidad, donde conviven múltiples identidades por los pueblos originarios, así como por el sincretismo ocurrido por la llegada de otros pueblos. Por eso, José María Arguedas nos llamaba “el país de todas las sangres”.  Y, así como tenemos una diversidad en danzas, en gastronomía, en música, etc. (como imagino tienen varios otros países) el Perú posee una gran diversidad en su tradición oral, no solo "cuentos". Los pueblos y comunidades del Perú, siguen narrando su identidad en sus mitos, en sus leyendas, en sus fábulas y en otras tradiciones que son parte de su patrimonio cultural y merecen ser reconocidos y nombrados. Y no solo los narradores orales tenemos aquí un papel importante, sino también los padres de familia, los profesores, los bibliotecarios, los escritores, las editoriales, etc.

Del mismo modo que cuando alguien que lee, recita o narra una historia de autor, se le pide que cuide el texto y que cite el nombre de quién escribió, pues también la tradición oral popular merece el mismo respeto y cuidado de ser mencionada correctamente: su procedencia y qué tipo de historia es.

2.      Hay varios tipos de historias orales y esa diferencia es importante.
Los que narramos (se supone) sabemos diferenciar entre tipos o géneros de historias y los que hemos trabajado con ellas, sabemos que implican, a veces, procesos diferentes, porque justamente tienen sus particularidades (en otro texto me animaré a escribir sobre esto). Por ejemplo, de la cultura griega, son muy conocidos y difundidos sus mitos; de Alemania, están los cuentos recopilados de los hermanos Grimm; también a nivel de cuento en Europa, se conoce el trabajo de Hans Christian Andersen (Dinamarca). De niño, recuerdo que conocí las Fábulas de Samaniego (España) y la Leyenda del Rey Arturo (Inglaterra y Francia) y podría poner más ejemplos.

¿Se imaginan como sería si dijéramos “los cuentos griegos” o “la fábula del Rey Arturo”, o “los cuentos de Samaniego”, “los mitos de Grimm”?, acaso ¿no nos suena algo extraño? Entonces ¿por qué no nos suena extraño cuando se mal menciona algo de nuestra propia herencia cultural? Acaso,  ¿no podemos hacer respetar y difundir correctamente las diferencias que tenemos en la tradición oral que nos nutre?  
Más que seguro que, en cada país, tenemos un investigador de nuestra tradición oral que se esforzó en recopilarla y catalogarla. En el Perú, puedo destacar la labor de José María Arguedas, quien, entre las décadas de 1930 y 1940, trabajó con los profesores de escuelas y alumnos, para recopilar la tradición oral peruana y lo hizo señalando la justa diferencia entre lo que son los mitos, leyendas y cuentos, esto último se plasma con claridad en la publicación que hiciera, posteriormente, junto a Francisco Izquierdo Ríos.

Todos en general, los narradores orales, los profesores y otros profesionales ligados a la educación y letras, no podemos ser ajenos a esta tarea ya iniciada, no solo basta con mencionar el nombre del pueblo, comunidad o cultura; o del recopilador, autor, poeta, narrador, dramaturgo; debemos saber qué estamos diciendo. No podemos presentar un mito de origen de una comunidad de la Selva del Perú como un cuento. Así como me imagino que para un escritor no es lo mismo una prosa que una poesía; para un dramaturgo no es lo mismo un drama que una comedia; para un bailarín, no es lo mismo un Huaylash que una Marinera; para un músico, no es lo mismo una salsa que un tango; igual para un narrador no es lo mismo una leyenda que un cuento.

Si no señalamos estas diferencias, podríamos contribuir a ignorar la gran riqueza literaria oral de los diversos pueblos que nos conforman. Solo en el Perú (y doy fe de esto) la riqueza mitología es impresionante, casi inagotable. En cada región, uno puede conocer diversas formas de entender y explicarse el mundo, las cuales se plasman en sus relatos mitológicos -que “ojo”, para estos pueblos que los cuentan no son relatos de ficción, sino que son su verdad y su realidad-. También, se encuentran muchos cuentos de miedo, aventura y crecimiento. Las fabulas andinas no son poco famosas y las leyendas son base constitucional de la identidad de muchas naciones (p.e., la leyenda de los Hermanos Ayar).

3.      ¿A qué sonamos?.
A veces, cuando me preguntan: ”¿por qué no 'cuentacuentos'?” respondo así: "del mismo modo que un cantante no es un 'cantacanciones', así como un chofer no es un 'conducecarros', un bailarín no es un 'danzamúsicas', igual, alguien que narra diversos tipos de historias, no es solo un 'cuentacuentos'.” Puede ser que suene (para algunos) bonito, o que se piense muy difundido. Pero que sea así, no quiere decir que esta sea la mejor opción. Y revisando otros post de colegas, veo que coincido con varios de ellos, así, me parecieron muy interesantes los comentarios que escribió un narrador colega de España, Alberto Sebástian, a quien cito:

“… acabo de darme cuenta de que en castellano, cuando se quiere hacer un término peyorativo sobre una actividad, se construye de la misma forma que "cuentacuentos". 3ª persona del singular del presente de indicativo del verbo que corresponde a la acción + sustantivo. Hay muchos ejemplos: cantamañanas, matasanos, pintamonas, destripaterrones, chupatintas, picapleitos, pelagatos, tuercebotas, robaperas...”

“Hay otro tipo de sustantivos que en castellano responden a esa construcción, pero son máquinas o utensilios: quitanieves, lavavajillas, sacapuntas, pintalabios, sacacorchos, pelapatatas, limpiacristales... Conclusión: La palabra cuentacuentos sería correcta solamente referida a una máquina, robot o artilugio capaz de narrar historias. Aplicada a una persona podría resultar ofensiva.”

En mi experiencia, la palabra cuentacuentos siempre lleva a las personas a pensar que uno narrará solo para niños. Por ejemplo recuerdo que el año 2011 participé en un Festival en Huaraz, Perú, y se me había anunciado en un bar, un viernes por la noche, sobre las 21:30. Creo que se podría entender que era una función para adultos. Pero cuando llegue al bar (ojo, bar) veo sentadas allí, cómodamente, a un buen grupo de madres y/o cuidadoras, con sus respectivos hijos pequeños y hasta bebes, tratándolos de mantener despiertos, para que escucharan a los “cuentacuentos”.

4.      ¿La RAE manda?.
La RAE en la próxima edición de su diccionario, definirá “cuentacuentos” como persona que narra cuentos en público (ver). Y ya un sector de colegas ha manifestado esto como un logro (¿?). Pero, entendiendo que la RAE determina las definiciones, me pregunto: dónde quedaron los mitos, leyendas, fábulas y demás, ya que, al revisar las definiciones en el DRAE, las presentan como diferentes. Veamos en resumen:

1. m. Relato, generalmente indiscreto, de un suceso.
2. m. Relación, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención.
3. m. Narración breve de ficción.
4. m. cómputo. El cuento de los años.
5. m. Embuste, engaño. Tener mucho cuento. Vivir del cuento.
6. m. coloq. Chisme o enredo que se cuenta a una persona para ponerla mal con otra.
1. m. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.
2. m. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal.
1. f. Acción de leer.
2. f. Obra que se lee.
3. f. Historia o relación de la vida de uno o más santos.
4. f. Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos.
1. tr. Breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados.
2. tr. Cada una de las ficciones de la mitología. La fábula de Psiquis y Cupido, de Prometeo, de las Danaides..
3. tr. En las obras de ficción, trama argumental.
Si somos estrictos o determinantes como he leído por parte de algunos colegas y no colegas, entonces, el que es cuentacuentos, según el DRAE, no cuenta un mito o una leyenda u otras tradiciones orales. (¿?)

Y esta reciente inclusión de la RAE, en lugar de ser un motivo sano para reflexionar y/o conversar, se ha tomado por algún sector de forma excesivamente triunfalista llegando a opacar las otras opciones de nombrarse (y por ende restando la libertad de elegir), señalando que si los que realizamos este oficio nos hacemos llamar de otra forma que no sea con la palabra “cuentacuentos”, es porque sencillamente no estamos hablando el idioma español (!); además se propone que deberían ser llamados “narradores orales” los que hacen stand up comedy (!). (ver enlace)

De esta forma se ignora que existe un sector respetable de gente que narra, difunde, investiga, promueve, y vive de este arte desde hace muchos años; y que no son pocas personas, las cuales no consideran la denominación de “cuentacuentos” como la más correcta.

Ojala que estas actitudes triunfalistas no cundan, pues terminan siendo (tal vez sin querer) excluyentes y marginadoras. Y que no se confundan luego con llamados a la alegría o triunfo general, como un “viva la patria, la paz, el amor, el arte, etc.” que, de estas actitudes, es más de algunos políticos.

A nombrarse como cada uno mejor se sienta, pero con conciencia.
En base a lo compartido, mis preferencias están sobre todo con narrador oral, ya que abarca mejor y expresa que uno puede transmitir diversos tipos de historias y/o géneros (cuento de autor, cuento popular, mito, leyenda, etc.) es decir que, no solo se cuentan cuentos. Y en menor medida creo que está la palabra, cuentero, que a pesar de sonar para algunos peyorativo, siento que se refiere más a la acción de contar (narrar) así como cocinero se refiere a cocinar y actor a actuar. No tanto, cuentero se refiere al tipo de historia narrada (cuento) sino ya se hablaría de miteros, leyenderos o demás.

En general, insisto, creo que hay, y debería haber, una total libertad para que cada uno se llame como desee, y me parece válido que cada uno pueda elegir y sentirse cómodo con la definición que prefiera (narrador, cuentacuentos, palabrero, contador, cuentero, etc.). Pero, también, además de ser una selección personal, es bueno tener la responsabilidad y la conciencia de profundizar y saber por qué me llamo así, sobre todo, si ejercemos esta actividad como profesión y tenemos como materia prima la palabra misma, no la que se lee, ni la que se piensa en silencio; sino la que evoca, la que se hace presente y se sucede cada vez que nosotros… la nombramos.

ANEXOS

1)      La RAE se equivoca

Ruiperez Zaragoza, Ramón
"Hispanoamérica nos está dando un baño léxico"
"En la edición número 21 existen varias palabras que se definen y que están mal escritas. Por ejemplo, centrímetro, funebre o satisfación. Y luego hay dos muy curiosas, que son errror y correccción. Es divertido que error contenga un error, y que corrección no esté escrita, valga la redundancia, con corrección"

Oropeza, Daniel J.
"¿Se equivocó o no la RAE?"

2)      Otros colegas escriben

García Domingo, Carles (Logroño, ESPAÑA)
 “Cuentacuentos es una marca negativa” 
“Si nosotros no analizamos nuestra definición, será el mercado el que nos definirá. Y de momento con ese nombre nos esta definiendo de forma muy negativa…”

Bruno, Pep (Guadalajara, ESPAÑA)
“Cuentista, por favor”
(inlcuye una interesante propuesta de definciones de cada uno de los terminos, pero recomiendo más los comentarios).

Albo, Félix (Valencia, ESPAÑA)
"Perita: CUENTACUENTOS"
http://felixalbo.blogspot.com.es/2012/06/perita-cuentacuentos.html


7 comentarios:

Fada Sininho dijo...

e gustaba muy interesante, nunca pensé este punto de vista

Fada Sininho dijo...

e gustaba muy interesante, nunca pensé este punto de vista

Fada Sininho dijo...

Adorei o texto, está muito bem escrito e obriga-nos a uma reflexão nunca antes pensada. Pelo menos eu nunca tinha pensado nesta perspetiva.
Parabéns :)

Anónimo dijo...

me parece acertado reconocer y descubrir con conciencia el modo en que cada uno de nosotros nos nombramos y nos hacemos nombrar
y si, cuentacuentos es un apelativo, una forma de nombrar, que excluye y a la vez integra, en cada región o país existe una forma de nombrar a quién vive de la palabra (como arte) así que creo que cada cual reclamará para si mismo ese nombre y ojalá lo porte con dignidad.

Cristian Fraga
Cali - Colombia

Pep Bruno dijo...

Muy interesantes tus reflexiones. Un saludo desde España.1

Alberto Sebastián dijo...

Es mi oficio. Lo respeto, lo trabajo y lo quiero, y no me importa demasiado cómo lo llamen. Sé cómo lo llamo yo, y pienso que "cuentacuentos" es un "palabro" producto de una mala traducción del inglés. No me importa que me llamen así, y reconozco que siempre lo hacen con cariño, pero no me gusta esa palabra y no la utilizo cuando hablo yo de mi trabajo. Tampoco sacralizo al DRAE. Junto con "cuentacuentos" va a refrendar "camp", una palabra que ya no utiliza absolutamente nadie en el universo de la lengua castellana, por desfasada e inútil en la actualidad. Cuando reconozcan "vintage" nadie la usará ya, así funciona la cosa en el templo de la lengua. Desde luego "cuentacuentos" se usa, pero referida tanto a la persona que cuenta como para el espectáculo que realiza (-¿A qué hora haces el "cuentacuentos"?), algo que la Academia no recoge (todavía). Permaneceremos expectantes a cómo evoluciona la denominación académica de nuestro oficio. Mientras tanto yo a lo mío, que es contar.

Ayrim bijouteria dijo...

BUENIIIIISIMO!! ;)